El investigador creó una atmósfera de suspenso, como
lo requerían sus relatos y despiertó, al
mismo tiempo, intriga y perplejidad.
Hay quienes lo siguieron como a un oráculo, para otros,
en cambio, sólo fue un charlatán.
Su nombre real es Cloraldo Fidel Vallone y su vida ha sido tan misteriosa como sus
propias indagaciones.
Siempre se presentó como “un modesto narrador de
historias y leyendas” y aseguró que no venía a ocupar el lugar de los
estudiosos de la “historia blanca”.
Reynal, dice que cuenta lo que “algunos no quieren ver y que otros no
se atreven”, y “el pueblo tiene derecho a saber”, principalmente la
silenciada “historia negra de la ciudad” que él venía a desenterrar
luego de haberla estudiado por largo tiempo.
El propio Reynal revela el punto de partida en el que
hacen pie todos su relatos: la ausencia de documentación fehaciente sobre el
nacimiento de La Plata.
Dice de La Plata que es un territorio de misterios, en
donde existen evidencias de una conjura contra sus habitantes, tan
antigua como la ciudad misma.
Para Reynal, la masonería inviste obsesivamente de un
carácter tenebroso. a la mayoría de los principales actores de la fundación y
otros sutiles, pero significativos, detalles de algunas esculturas en distintos
puntos del casco urbano.
En diciembre de 1992, vio la luz el primer tomo
de La historia oculta de la ciudad de La Plata, una
publicación de 20 páginas que se ofrecía en quioscos y librerías.
Allí Reynal reveló un estudio numerológico de la traza urbana que demostraba la presencia recurrente de los números 6 y 13, vinculados con el demonio y la muerte. También se hacía eco de una leyenda sobre acontecimientos supuestamente ocurridos tras los fastos de la fundación de la ciudad cuando una furibunda turba convocó a una bruja de Tolosa para maldecir la ciudad. Finalmente, incluía la historia de las estatuas de Plaza Moreno, que, aseguraba, le hacen cuernos a la Catedral, a la que hasta amenazan con flechas imaginarias y rostros de faunos diabólicos. Incluso daba rienda suelta a la desconcertante hipótesis de que, debido a su pertenencia a la masonería, Pedro Benoit había diseñado la Catedral sin suficientes cimientos para que la obra no pudiera concluirse.
POETA CON SEUDÓNIMO
Aunque pocos lo recuerden, durante el siglo XX La Plata fue bautizada como “la ciudad de los poetas” debido a las tragedias e intrigantes historias que rodeaban a varios de estos artistas locales. Como la historia macabra de Matías Behety, que murió de tuberculosis en 1885 y a su cuerpo embalsamado se lo conoció como la momia de Tolosa, o los escritores que integraban la denominada “primavera trágica”, debido a sus repentinas muertes a muy corta edad. Proseguiría la llamada generación del 40, cuyo máximo exponente, Roberto Themis Speroni, murió un día antes de cumplir 45 años, provocando una gran conmoción en la ciudad.
Cercano a Themis Speroni y al grupo de jóvenes poetas
que frecuentaban City Bell en los años 60, es en este último segmento, en donde
se puede ubicar al escritor y poeta con el seudónimo Gualberto Reynal,
apelativo que comenzó a usar para firmar sus textos en la década de 1950 y que
con el tiempo se impondrá como un inconfundible sello para identificar al padre
de los misterios platenses.
Cloraldo Fidel Vallone nació el 28 de agosto
de 1925 en La Plata. Era el hijo mayor de Pedro Vallone y la española
Manuela Quirós. Además de escribir, fue profesor de letras y empleado
administrativo y estuvo casado veinte años con la tucumana Griselda
Sosa Bustamante, de quien se divorció en 1970. Con ella tuvo dos
hijos: Gualberto y Sergio.
Durante varios años integró la comisión directiva de
la Asociación Interamericana de Escritores (AIE), una entidad
que se presentaba como apartidaria surgida en Buenos Aires a principios de los
70 con el fin de potenciar y unificar la obra de escritores del continente,
pero no fue hasta 1985 cuando editó su primera obra de forma
independiente: La poesía de Leandro Alem, un breve
trabajo de 41 páginas que incluye una antología de textos del destacado
político fundador de la Unión Cívica Radical.
En junio de 1986 vio la luz Los remolinos
silentes del tiempo, presentado junto al referente de la Federación
de Instituciones Culturales y Deportivas José María Prado y los dirigentes
radicales Eduardo Apreda Picone y Fernando Acedo.
En junio de 1986 vio la luz Los remolinos
silentes del tiempo, presentado junto al referente de la Federación
de Instituciones Culturales y Deportivas José María Prado y los dirigentes
radicales Eduardo Apreda Picone y Fernando Acedo.
Pero su irrupción más visible en la vida cultural
platense se produjo, precisamente, a través de entidades como La Casa
del Tango o la Federación de Instituciones y se dio a principios de la
década del 90, momento en el que Reynal se jubiló y decidió abocarse a sus
enigmáticas indagaciones sobre la ciudad, dejando atrás el nombre Vallone que,
aunque resulte extraño, ya casi no usó ni siquiera para realizar presentaciones
administrativas y judiciales.
INVESTIGADOR DE MISTERIOS
Se había dado comienzo a la Sesión Ordinaria Nº 13
del Concejo Deliberante de La Plata del 29 de agosto de 1996,
y en el orden del día llamaba la atención uno de los puntos a tratar: “Denuncia
del vecino Gualberto Reynal por la demolición de las barandas de material del
túnel existente en 51 e/ 19 y 20” que correspondía a un expediente iniciado en
junio de 1993 por el propio Reynal.
El investigador denunciaba en su escrito, adjuntando
fotografías, que durante las obras de demolición del antiguo Regimiento de
Infantería Mecanizada 7 que se estaban efectuando en la actual Plaza
Islas Malvinas, se estaban tapando de escombros los accesos de un antiguo
túnel.
Según el planteo del denunciante, existía una red de
túneles en la ciudad que databa de la época fundacional. Uno de esos pasadizos
recorría todo el eje fundacional desde el Parque Vucetich -conocido
popularmente como San Martín- en calle 25 hasta el Ministerio de
Seguridad provincial en calle 1, teniendo accesos desde los
principales edificios públicos ubicados entre 51 y 53.
La razón de su construcción, indicó Reynal, habría
respondido estratégicos intereses políticos y militares ante una eventual
intervención armada en la capital de la provincia. La petición solicitaba que se hicieran públicos
los planos de los túneles platenses y se reacondicionaran sus bocas de entrada,
con la finalidad de que pudieran apreciarse esos vestigios fundacionales,
además de servir como incentivo para el turismo local.
En ese sentido, el investigador puso como ejemplo los
tramos de corredores subterráneos de la época colonial que hay debajo del patio
de la Manzana de las Luces en Buenos Aires.
Llevaba casi tres años insistiendo con el tema. Cuando
supo que su denuncia sería finalmente tratada, el investigador presentó una
ampliación en la que se refería a la existencia de una galería secreta que
correría por debajo de diagonal 80 desde la Estación de Trenes hasta la
iglesia San Ponciano y la Casa de Gobierno.
Era la primera vez que en el municipio se abordaba a
nivel institucional la discusión sobre la veracidad de una leyenda urbana, lo
que implicaría la adopción de una postura oficial al respecto.
Los ediles debatieron el asunto a lo largo de dos
sesiones de las que surgieron las resoluciones Nº 597 y Nº 834. En ellas se
solicitaba al Departamento Ejecutivo, a cargo de Julio César Alak,
que se encargue de ordenar una serie de estudios técnicos necesarios
para corroborar la existencia y el estado en el que se encontraban los
supuestos túneles y que se confeccionara un plano que permitiera
demarcar sus accesos.
Los estudios solicitados no se concretaron. Sin
embargo, cuando en 1997 un grupo de obreros que se encontraban
trabajando en el Pasaje Dardo Rocha, descubrió accidentalmente cavidades en el
subsuelo del edificio, la historia de los túneles resurgió con fuerza y la
Municipalidad declaró oficialmente que el descubrimiento había sido en el marco
de las resoluciones del Concejo Deliberante del año anterior, como una forma de
conformar al creciente número de aficionados de los misterios platenses que
Reynal se había encargado de alimentar.
En mayo de 1998, el investigador elevó una nueva
presentación dirigida al Departamento Ejecutivo en la que requirió que se
proceda a dar cumplimiento a lo estipulado en las resoluciones sobre los
túneles emitidas por el Concejo Deliberante dos años antes. Nunca le
respondieron.
A esta altura la figura de Reynal se había convertido
en un personaje muy requerido por los medios de comunicación que contribuyeron
a instalar su inefable figura. “¿Por qué no
abren los túneles? ¿Temor? Hay orden de no abrirlos ¿Qué ocultarán? ¿Hay una
historia pesada detrás de los túneles?”, fustigaba Reynal en esos días desde
las páginas de la revista semanal Magazine al expresar su
desconfianza en las manifestaciones oficiales.
“Sereno, aunque con entusiasmo, al historiador local
Gualberto Reynal le gusta cultivar el misterio, la duda, la pregunta sin
respuesta o la sospecha. Bordea con placer lo prohibido. No confiesa –insinúa
que no puede– si él mismo miró lo prohibido, pero deja traslucir que sí miró.
Lo prohibido en La Plata, eso de lo que nunca se habla, eso de lo que no debe
hablarse. Por ejemplo, dice que en La Plata hay ‘libros prohibidos’, que serían
algo así como obras literarias molestas e incordiosas que revelan sucesos que
se quieren mantener en secreto. Cuando se le pregunta quién prohíbe, qué
poderes están detrás, se hecha para atrás en el asiento y con la palma de la
mano hacia quien le habla deja pedaleando un dudoso y abierto: ¡Ah!”. De esta
manera presentaba la citada revista un encuentro con Reynal.
Reynal echaba manos a sus conocimientos de
dramaturgia, actuación y dirección teatral -por haber incursionado en el mundo del teatro independiente en su
juventud- para animar sus presentaciones ante público.
Reynal aspiraba a que sus investigaciones fueran
consideradas con rigor académico, no obstante,
era habitual en sus fascículos el empleo de títulos sensacionalistas y con
abundantes signos de exclamación para llamar la atención. Destacan entre ellos
el artículo de agosto de 1993 “¡Arriba el telón!” en el que revelaba la
presunta simbología demoníaca existente en algunos edificios públicos. En esa
misma línea, un texto suyo de junio de 1995 en el que explicaba la presencia
del número 666 en el trazado urbano rezaba: “¡Este cuadrado...! ¡Este cuadrado!”.
OBSESIÓN CON LAS ESTATUAS
Si algo caracterizó a este personaje platense del
siglo pasado, fue el gran poder de observación y sus inusuales interpretaciones
históricas en lo referido al patrimonio monumental de la ciudad.
En julio de 1994 Reynal lanzó el quinto tomo de su
obra, en el que bajo el título “Estatuas que esperan su turno… estatuas
decapitadas… ¡y una estatua presa!”, señalaba curiosidades sobre la historia de
las esculturas de los espacios públicos, como la circunstancia de que la
estatua de Bernardino Rivadavia estuvo “presa” dentro de la
Casa de Gobierno durante muchos años, antes de ser instalada donde actualmente
se encuentra, en la plaza que lleva el nombre del primer presidente de la
Nación. Hecho que atribuía a un grupo de conspiradores y enemigos políticos del
prócer.
A la teoría de las estatuas de Plaza Moreno, se le
sumó otra sobre las estatuas ubicadas en el Paseo del Bosque, las cuales se
encontraban vandalizadas y muchas de ellas habían sido decapitadas, lo que,
según Reynal, había convertido al tradicional paseo público platense en “el
Bosque del espanto”. Fiel a su estilo de dotar con dosis de misterio sus
historias, insistía que el ataque a las imágenes del Bosque formaba
parte de una misma conspiración gubernamental que permitía que las estatuas de
Plaza Moreno “ofendieran a la Catedral”. Tras la publicación en la
prensa de esos planteos, el escritor tuvo que enfrentar a una demanda iniciada
por la provincia de Buenos Aires, por entonces gobernada por Eduardo
Duhalde.
La provincia tenía jurisdicción sobre el patrimonio
artístico que ocupaba el territorio del Bosque. Por esta razón, la denuncia
había sido promovida por el área provincial de Patrimonio que se consideró afectada
por las reiteradas acusaciones del historiador. Ante esa insólita presentación
judicial, Reynal fue representado por el estudio jurídico Carrique-Mor Roig que
integraba el actual concejal platense Javier Mor Roig. El
litigio obligó al padre de los misterios a replegarse y, poco a poco,
su voz y sus cautivantes historias se fueron apagando. Atrás quedaron sus
fieles y ávidos seguidores, en su mayoría estudiantes de la Facultad de
Periodismo, a los que agradecería en su último libro por el interés que siempre
mantuvieron por sus relatos ocultos de la ciudad.
Al repentino abandono de sus investigaciones en La
Plata le siguió una oportuna mudanza a Mar del Plata. En 2002 fue una
de las últimas veces que Reynal se presentó en público cuando, con 77
años, disertó en el Congreso de Historia Regional realizado en la Feliz y, ante
un auditorio variopinto, desplegó su repertorio cargado de intrigas sobre
masones, simbología diabólica y brujerías de la ciudad de las diagonales
SU APORTE AL MITO FUNDACIONAL
Su colección de misterios en fascículos llegó a un
total de once entregas y terminó compilada en La historia oculta de la
ciudad de La Plata, publicado en mayo de 1998, que rápidamente se
convirtió en un libro de culto que hoy llega a ofrecerse en plataformas de
venta de internet a un precio exorbitante para una autoedición de tipo casero.
Su obra ha inspirado a nuevos autores que lo han
tomado como referencia tanto para seguir su línea como para desacreditarla. Sin
embargo, poco se conoce su contribución al mito fundacional de la ciudad
maldecida por una bruja para impedir su progreso.
Un minucioso análisis histórico a partir del rastreo
de distintas versiones y autores permite observar que aquella versión original
del mito platense adopta un nuevo formato a partir de los sucesivos trabajos de
Reynal y termina por instalarse con fuerza. El autor sugiere que el día de la
fundación la bruja tolosana se dirigió a la piedra fundacional, la
maldijo para que ni Dardo Rocha ni ningún gobernador que lo sucediera pudiera
llegar a la presidencia de la Nación.
Entre los adherentes a esa teoría debería contarse al
parapsicólogo Manuel Salazar, quien en junio de 1999
realizó una ceremonia en el centro de Plaza Moreno para contrarrestar la
maldición de la bruja de Tolosa. El chamán, conocido como “Brujo de
Duhalde”, giró alrededor de la piedra fundacional siguiendo la dirección de las
agujas del reloj para contrarrestar la maldición. Reynal había indicado
en sus fascículos que, para cometer su conjuro, la bruja había girado en el
sentido contrario.
Aprovechando la postulación de Duhalde como candidato
presidencial, Reynal dio vida a una novedosa versión del mito fusionando la
leyenda de “la bruja” recogido en sus tomos, con otro relato tradicional conocido
como “la maldición de Alsina” el cual decía que después de la repentina muerte
del ex gobernador bonaerense Adolfo Alsina, en 1877, ningún otro
mandatario provincial había podido llegar a la presidencia por la voluntad de
“fuerzas ocultas”. Con el efecto de una verdadera maldición de campaña, el
investigador eligió para lanzar el libro titulado ¿El maleficio de
los gobernadores? publicado en 1999, con una portada que muestra a
Duhalde de pie frente a un abismo, el mismo mes de las elecciones presidenciales
en las que el caudillo de Lomas de Zamora perdió en las urnas
frente al Jefe de Gobierno porteño Fernando de la Rúa.
El 21 de junio de 2013, a los 88 años, Gualberto
Reynal o Cloraldo Vallone murió en La Plata, la ciudad a la que había dedicado sus desvelos y quijotescas contiendas.